Si a la vida ... no al Alca

 

¡Anexión no, integración si!

Alberto Acosta

José Martí, en La Revista Ilustrada, publicada en Nueva York, en mayo de 1891, advirtió a los pueblos de América sobre las amenazas de una unión desequilibrada, impuesta por los intereses de los poderosos.

"A todo convite entre pueblos hay que buscarle sus razones ocultas", escribía Martí, quien, como periodista, conoció los detalles de la primera Conferencia Internacional de las Américas, realizada en Washington.

"Ningún pueblo -decía el cubano- hace nada contra su interés; de lo que se deduce que lo que un pueblo hace es lo que está en su interés": Y ese interés, plasmado en una declaración oficial estadounidense, en mayo de 1888, era "fomentar la unión aduanera" para "asegurar mercados más extensos".

Ese mismo interés es defendido por Jorge Bush II, en un esfuerzo que sintetiza "nuestra más grande empresa -nuestra meta-, crear un Área de Libre Comercio de las Américas", al decir de Robert B. Zoellick, secretario de Comercio de EEUU, en una exposición hace pocos días, en la Sexta Conferencia Anual de las América del Miami Herald.

El ALCA es una apuesta de última instancia. Con un gran esfuerzo multilateral, los EEUU, apoyados por una pléyade de ideólogos, mercaderes y mercenarios, pretenden enraizar las reformas estructurales de inspiración fondomonetarista. Neoliberalismo para siempre, parece ser la divisa que mueve tanto fundamentalismo y no poca ignorancia.

Transformando al ALCA en un caballo de Troya quieren vencer la resistencia y frenar el creciente descontento en contra del ajuste interminable, expresado continentalmente en las urnas y en las calles. Este equino, a diferencia de su antecesor griego, tiene su panza de cristal.

Eso es una ventaja, permite identificar sus razones ocultas. Y el conocimiento de éstas alienta el rechazo. No al anexionismo planteado por el ALCA es una urgencia vital, pero insuficiente.

Una oposición creativa debe plantear simultáneamente la unión de los pueblos latinoamericanos y caribeños para hacer posible otra integración, que permita, ejercitando aquello de que unión hace la fuerza, establecer vínculos armónicos y equilibrados con las otras naciones del planeta.

Y para ello se cuenta con varias pistas. Sabiendo lo que no se quiere, la construcción de un futuro de dignidad será cristalizado a través de un proceso político, social y cultural que no se agota en lo económico. Con un ejercicio democrático y absolutamente transparente, los pueblos de América deben ir ratificando el contenido y la forma de una integración sustentada en la cooperación, la solidaridad, la reciprocidad y la complementariedad, sobre bases de equidad y sustentabilidad.

Esta opción implica incorporar a otros actores, pues la sociedad no se compone sólo de burocracias y grandes empresarios. Esta nueva integración, que será la sumatoria de múltiples visiones, nunca la imposición de pensamiento único alguno, cristalizará un proyecto de vida diferente.

Y esto exige no caer presa de los cantos de sirena del ALCA: hay que abrir los ojos para identificar "el peligro de abrirse por concepto de cortesía o por impaciencia de falso progreso, a una política que atrae por el abalorio de la palabra y los hilos de la intriga", como recomendaba hace más 100 años Martí, profeta del ALCA.