Richard M. Nixon ha sido el único presidente en la
historia de los Estados Unidos que se ha visto obligado a dimitir del
cargo sin completar su mandato.
Todo comenzó dos años antes, la noche del 17 de
junio de 1972, con la detención de cinco hombres en las oficinas del
Comité Nacional del Partido Demócrata, en Washington D.C., situado en un
lujoso edificio de apartamentos y oficinas llamado Watergate.
Lo que a primera vista parecía la detención de unos
simples ladrones pillados "in fraganti", se convirtió en el
comienzo de la peor de las pesadillas de Nixon. A los pocos días, los
cinco hombres eran acusados de haber entrado en la oficina (desde la que
se organizaba la campaña electoral a la presidencia del Partido Demócrata)
para robar documentos, pinchar teléfonos e instalar escuchas telefónicas.
Con la detención de los "cinco fontaneros" -que así fue como
se los llamó- saltaron a la palestra dos nombres significativos, el de
uno de ellos, James W. Mc Cord, exagente de la CIA y funcionario de
seguridad del Comité para la reelección del presidente (o sea Nixon) y
el de Howard Hunt, también exagente de la CIA y consejero de seguridad de
la Casa Blanca.
LA IMPLICACION DE LA CASA BLANCA
La participación de estos hombres, con cargos
cercanos a la presidencia, vinculaba directamente el escándalo de las
escuchas con la Casa Blanca. En un principio Nixon intentó mantenerse al
margen declarando que tras la investigación realizada no podía
"afirmar categóricamente que nadie que estuviera entonces en la Casa
Blanca o en el gobierno no estuviera implicado". Unos meses más
tarde, Nixon invocó la doctrina del "privilegio del Ejecutivo"
para justificar las negativas de sus colaboradores a prestar declaración
ante el Comité del Senado o el Jurado Acusador.
A partir de ese momento el proceso se complicó aún
más, las investigaciones se multiplicaron, por un lado la investigación
judicial que seguía varias líneas de actuación, por otro la que se
estaba produciendo simultáneamente en los medios de comunicación y
paralela a estas dos, el juicio popular, las deducciones a las que llegaba
la población cada vez que se le proporcionaba un nuevo dato.
GARGANTA PROFUNDA
Woodward y Berstein, dos de los periodistas del
"Washington Post", jugaron un papel decisivo en el
esclarecimiento del proceso. Estos contaban con información privilegiada
que les era suministrada por una fuente anónima, a la que se bautizó con
el nombre de Garganta Profunda.
Después de un cuarto de siglo, la identidad de esta
misteriosa fuente clave sigue sin esclarecerse. Son varias las versiones
que se barajan sobre este asunto, algunos opinan que Garganta Profunda
nunca existió, que sólo fue un montaje de los dos citados periodistas
para añadir más emoción al tema. Otros especulan con la posibilidad de
que no fuera una sola la fuente que suministraba información, sino
varias. Pero el dedo acusador se dirigió desde el principio hacia cuatro
personas: Alexander Haig, jefe del gabinete de Nixon; Patrick Gray, alto
cargo del FBI en funciones; John Dean, consejero de la Casa Blanca que
testificó contra Nixon en las sesiones del legislativo sobre el Watergate
y la periodista Dianne Sawyer, perteneciente en aquel entonces al equipo
de prensa de la Casa Blanca.
LAS GRABACIONES DE NIXON
En abril de 1973 comenzaron las dimisiones en cadena
de los colaboradores más directos del presidente, que posteriormente serían
procesados en relación al escándalo. Dean fue el primero en revelar la
implicación personal de Nixon en el caso Watergate. Posteriormente otro
testigo Alexander P. Butterfield mencionó, por primera vez durante el
proceso, la existencia de unas cintas magnetofónicas en las que Nixon
acostumbraba a grabar todas sus conversaciones.
Tras un tira y afloja entre el Comité y Nixon, este
último tiene que ceder a la entrega de las grabaciones, a la que se había
negado desde el primer momento. La desaparición de algunas de las cintas
y los significativos silencios en las entregadas, que Nixon justificó
como "borrones involuntarios de la secretaria" enturbiaron más,
si cabe, el asunto. Lo que está claro es que Nixon no tenía a la suerte
de su parte, ya que en esas mismas fechas se comprobó su fraude al Fisco
durante tres años consecutivos. Pagó al día siguiente y culpó a sus
contables, pero la imagen del presidente ya se encontraba demasiado
deteriorada.
EL IMPEACHMENT
En aquel momento empiezan a alzarse voces en el
Congreso que claman por someter a Nixon al proceso de incapacitación para
ejercer la presidencia de la nación, el "impeachment". Y
efectivamente se inicia la investigación previa para determinar si existía
o no base para someter al presidente a este proceso.
El 4 de agosto Nixon admitía lo que él y sus
colaboradores habían negado rotundamente desde el principio del proceso,
que él mismo había participado en los esfuerzos por encubrir los hechos.
Con este panorama y sin poder contar con ningún
apoyo, ni siquiera dentro de su partido, el presidente anuncia su dimisión
en la tarde del 8 de agosto, con efecto al día siguiente, cuando el
vicepresidente, Gerald R. Ford, juraría el cargo y tomaría las riendas
del país, de esta forma evitaba que se le incapacitara como presidente.
Finalmente obtiene el perdón total, que le concedió el 8 de septiembre
de 1974 el presidente Ford, alejando así la amenaza de castigo judicial
que pesaba sobre él.
El escándalo político del Watergate, el abuso de
poder de Nixon y sus colaboradores y la repercusión internacional del
caso, tuvieron sin embargo, un efecto beneficioso para la vida política
norteamericana.
Además de haber servido para acuñar un nuevo
concepto de escándalo en el vocabulario político internacional, el
Watergate sirvió para que hoy en día se les pida cuentas detalladas a
los dirigentes y altos funcionarios del país en que ocurrieron los
hechos. |